EN BUSCA DE LA COSECHA
«Por la mañana
siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tus manos; pues no
sabes qué es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es
igualmente bueno» (Eclesiastés 11:6).
Tengo un amigo
que vendía sistemas de seguridad de puerta en puerta. Era un trabajo
duro y tuvo que aceptar más rechazos que ventas. Sin embargo, el proceso
lo llevó a desarrollar una buena actitud. En lugar de desanimarse por
la negativa, pensaba: «Quizá llamé a la puerta equivocada. Aquí no hay
nadie que necesite un sistema de seguridad. Probaré en otra casa».
Todos los
obreros del Señor tendrían que saber que la suya es una obra de fe. Son
responsables de la siembra, no de la cosecha. El sembrador introduce la
mano en el cesto y extrae un puñado de semillas. Luego, con un
movimiento de su muñeca, esparce las semillas por el suelo y sigue
adelante. Su trabajo es ese y hace lo que se espera de él. Planta la
semilla en el suelo y tiene que dejar a Dios los resultados (ver Ecl.
11:6).
Transcurre el
tiempo y, aparentemente, en el campo no sucede nada. Sale el sol, cae la
lluvia y nada cambia. La buena semilla crece poco a poco: primero una
brizna, luego la espiga y, finalmente, el grano lleno en la espiga
(Marcos 4:28).
«El Agricultor
divino espera una cosecha como premio de su labor y sacrificio. [...] El
objeto de la vida cristiana es llevar fruto, la reproducción del
carácter de Cristo en el creyente, para que ese mismo carácter pueda
reproducirse en otros» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 46).
Adoniram
Judson, nacido en 1788, fue el primer misionero protestante enviado
desde América del Norte a Birmania, donde trabajó durante casi cuarenta
años. Un día, cuando su esposa le dijo que un artículo de prensa lo
comparaba con algunos de los apóstoles, Judson respondió: «No quiero ser
como Pablo... o cualquier otro hombre. Quiero ser como Cristo. Solo
quiero seguirlo a él, copiar sus enseñanzas, beber de su Espíritu y
poner mis pies en sus huellas...Ser más semejante a Cristo».
Parece un buen motivo de oración, ¿verdad? Basado en Marcos 4:26-29